sábado, 19 de agosto de 2017

Los versos de Eva

Réplica restaurada de la Poetisa de Pompeya (siglo I a.C.).

Fue durante el festival navideño del instituto. Yo estaba sentada en la mitad del salón de actos, rodeada de alumnos bulliciosos a los que parecía imposible hacer callar para que los compañeros que iban subiendo al escenario pudieran actuar.

¡Qué heroico enfrentarse a un público como aquel, tan alienado e inclemente, que espera la más mínima disonancia de la actuación para romper en nerviosas e infundadas carcajadas!

Ya apenas quedaban unos minutos para que terminase el espectáculo. Se apagaron las luces en el escenario. Dos siluetas aparecieron en la penumbra de las tablas, buscando su lugar y la adecuada posición de sus cuerpos para la siguiente interpretación. Se hizo de nuevo la luz, un solo foco, tenue, iluminó la esbelta figura de una chica, en el centro. No alcanzaba a verle la cara ni a reconocerla. No era alumna mía, eso sí lo supe. La recuerdo con el pelo suelto, melena por los hombros. El claroscuro del escenario no me dejaba adivinar su expresión. Comenzó a sonar un piano al fondo. La otra chica, quizá amiga, sería además su acompañante musical. Suaves acordes para los versos que allí iban a sonar.

Se hizo el silencio y Eva comenzó a recitar. Un micrófono en una mano, sus hojas escritas en la otra, sin más atrezo ni puesta en escena, arrancó su lectura. No recuerdo con claridad el mensaje de aquellos versos, pero conservo en mi mente su tono e intención poética. Con voz baja, como arrancada de lo más hondo, rescatada de algún recodo escondido de su alma, iban brotando con timidez las palabras. Interpelaban a alguien, o a todos, y hablaban de su necesidad de vivir en calma, sin miedo a sí misma y al mundo.

Yo no conocía aquella chica valiente que con apenas quince años salió a recitar toda su belleza y contradicción frente al apático y parlante patio de butacas de su instituto. Grabé su actuación, sorprendida y reconfortada de comprobar que aún existen espíritus sensibles capaces de hacer magia, alquimia poética, para transformar el mundo. Allí estaba, con su menudo cuerpo y su formidable alma la chica sin rostro.

Pregunté a mis compañeras profesoras de Lengua quién era aquella muchacha que acababa de ver entonando metáforas. Me revelaron su nombre, que cursaba tercero y que ya desde que entró al instituto había demostrado una sensibilidad y habilidad para las letras extraordinarias. Le hice llegar el vídeo de su actuación para que pudiera conservar aquel bello testimonio de su paso por nuestro centro.

Pasaron los meses y cayó en mi olvido la escena del festival navideño. Ya andábamos por marzo y transcurría sin novedad el segundo trimestre. Yo seguía ensimismada en mis proyectos y los textos del blog. En un par de ocasiones una alumna de mi tutoría me comentó que una amiga suya de tercero leía todos mis textos y que le gustaban mucho, que no se atrevía a decírmelo en persona por timidez. Pronto descubrí varios comentarios anónimos y certeros a algunas de mis últimas publicaciones, centradas en su mayoría en varios de los problemas que más afectan a los adolescentes. Las aportaciones de mi lectora me permitieron pronto deducir que se trataba en realidad de Eva, la joven y heroica poetisa. Aún no había cruzado con ella ni media palabra y ya parecíamos destinadas a una simbólica conexión.

La primera vez que pude verla de cerca y compartir impresiones fue en otro festival escolar, el de fin de curso. La busqué para felicitarla por partida triple, por haber conseguido, en el concurso literario del instituto, el primer premio de poesía, y también el segundo (la profundidad emocional de aquellos versos, su música interna y su delicadeza cautivaron al jurado, del que formé parte junto a las demás profesoras de Lengua y Literatura). La tercera salva se debía a su intervención en el festival, de nuevo con la lectura de un poema, que para esta ocasión acompañó de varios movimientos de danza, otra de sus grandes pasiones. Una actuación dulce y sincera, como lo es ella.

Hace apenas unos días ha compartido conmigo el enlace de su blog, en el que va publicando sus poemas y textos breves. Me advirtió que allí no encontraría nada del otro mundo, sin embargo descubrí mucho, muchísimo, un alma "sentimental, sensible, sensitiva" que con elegancia poética crea hermosas imágenes para nombrar a sus ángeles y a sus demonios.

Eva, sé que es difícil ser adolescente y encontrar un lugar entre los demás en el que sentirse como en casa; más complicado y doloroso a veces resulta tener quince años y sentirse perdida en un mundo como el nuestro, sumido casi siempre en el materialismo y la imagen vanidosa; estar dotada de cualidades que a tus amigos sorprenden y extrañan a partes iguales; tener el don de la palabra bella para nombrar lo inefable y la clarividencia para conocer verdades de cuya existencia los demás ni sospechan.

Un sabio escritor no hace mucho tiempo me dijo "la vida duele, pero hay que vivirla". Sigue danzando, leyendo, escribiendo, creciendo, madurando, porque llegará el día, Eva, en que hayas descubierto por fin cuál es el verso, tu verso, como decía Whitman, aquel con el que contribuyes a este gran poema que es la vida. Otros seguirán a tientas, sumidos en sus prosaicas y anodinas existencias.

Te saluda con cariño,
Una admiradora

"Love is always Love", por Eva G.
(Primer premio del Concurso de Poesía)

Hay flores que escapan
de un corazón que ya no es mío
y resbalan por mis dedos,
cayendo gota a gota,
letra a letra.

Un huracán devora las mariposas,
demostrando a mi estómago
que no es inmune a esto del amor.

Tengo su sonrisa en mi cabeza,
convirtiendo mis desastres,
y recordándome que la luna
también tiene un lado brillante.
Su manera de hablar,
con la calma y energía
de una ola,
rompiendo en una playa desnuda,
desvestida por miradas.

Me escribe,
escribe para mí,
escribe por mí,
como nadie me había escrito.

Y noche tras noche
crea en mi corazón
las cuatro estaciones.

Su pelo despeinado
por las mañanas,
con el olor a café
sonando de fondo, 
hace que pierda la cabeza
y se me caiga el alma.

Yo quiero a esa persona.
Yo soy mujer.
Ella es mujer.
Intentad pararnos.


"Si bailas cuando ya ha acabado la música pierde la gracia"

"Solo es cobarde quien no se busca.
Cuando sientes la música, bailar deja de ser una vergüenza.
Y yo me he encontrado en un nosotras."
Escandar Algeet

Siempre tengo tanto que decir 
a tanta gente,
que era una señal,
que me quedé sin palabras,
que aún no sé qué decir.

Y yo,
que no quiero querer,
que no quiero que me quieran.

Pero ahora...
Han salido del fango
mariposas vomitando flores.
El otoño ha hecho que se caigan del árbol
los sueños,
para que pueda cogerlos
y hacerlos realidad.
Un gato negro
ha abierto el paraguas
dentro de mi alma,
y me ha traído buena suerte.

Hacemos magia bailando,
no sólo estamos,
somos.
Y somos una
dividida en muchas,
y somos muchas
compartiendo una,
a través de un vestido
y una preciosa locura
llevando el tempo.
Saltamos,
volamos en un mundo
en el que la única regla
es bailar
como si nadie te estuviera mirando.

De jueves a martes,
mis semanas consisten
en esperar un miércoles
con sabor a una hora y media
de risas y magia,
y la caña de después


CAOS


Un túnel
en el que nunca ves la salida
Un salto,
en el que nunca llegas al suelo.
Y simplemente
caes,
caes,
caes.
Una piscina
en la que no logras
sacar la cabeza del agua
pero ves a todos
respirando.
Y
no
te
mueres.
Quemarte viva
sin que nunca
se te dé el placer de morir.
Y simplemente
caes,
caes,
caes.
La felicidad
pasa por delante de ti
una y otra vez.
Burlándose
porque tus cadenas
te impiden llegar a ella.

Te tiene atada el malestar,
ese malestar
que aparece en forma de vicio,
ese vicio,
que a parte de malo,
es tan apetecible y tentador,
que eres incapaz de resistirte.
Y te va consumiendo,
lentamente.

Te disparas.
Te ahogas
Te quemas.
Y por fin,
mueres.


ESE DÍA

Ese día
salió el sol
tras muchas tormentas
sin calma.

Los cuervos
se transformaban poco a poco
en mirlos,
que se posaban delicados
sobre tus clavículas.

Ese día
gusanos sin esperanza
se hacían mariposa.
Sauces sonreían,
magos revelaban la magia
que esconden tus pestañas.

Y es que,
ese día,
con tus ojos océano
alumbrabas Madrid,
que admiraba en silencio
la música de tus pasos,
como quien viene a recordarnos
que aún existe la magia.

Fue ese día,
el primer día
que mis ojos desastre
y mi corazón hielo
se encontraron con los tuyos
y fueron reviviendo
lentamente.



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